viernes, 8 de septiembre de 2017

España sin Catalunya, ya no sería España


Me "repite" en el pensamiento esa propuesta de Pedro Sánchez de hacer de España una "nación de naciones", y lo que peor me sienta no es que separe al País Vasco, Galicia y Cataluña del resto, sino que a ese resto lo llame "España".

Dejando ya de lado la absurda propuesta, sí me sirve para hacer notar que el problema es, precisamente, que si falta una parte integrante de nuestra identidad como pueblo, dejamos de ser lo que somos. España ya no sería España sin Cataluña, como no sería España sin Castilla o sin Galicia, o sin las Canarias, que en realidad es decir sin los catalanes, o los riojanos, o los murcianos, o los leoneses. No se trata principalmente de "territorios", se trata de gentes, y de la tierra ligada a esas gentes: de la Costa Brava, de Montserrat, de la ciudad de Barcelona, del Catalán que a veces han intentado hacernos odioso... hasta de la butifarra, el pa amb tomaca y el cava de Navidad, que jamás cambiaré por sucedáneos. ¿No os habéis fijado en los anuncios de "Casa Tarradellas"? ¿Qué nos está vendiendo al resto de España con esa masía? Catalanidad: familia, convivencia, herencia, amor a la tierra y al trabajo, algo que reconocemos en esa imagen tradicional catalana, que valoramos como propio, aunque no seamos específicamente catalanes, y que nos ayuda a darnos forma también como pueblo español. De Cataluña, tengo grabado el recuerdo infantil de un herrero del Pirineo, trasmitiéndonos a un puñado de niños de un campamento -en el Catalán que era su lengua- su buen oficio.

Hoy muchos reniegan del pasado de España, evidentemente ligado a la civilización europea, hispanoamericana y cristiana. Sus sombras, exageradas, les pesan más que sus luces, que no quieren mirar. Si a esa miopía le unimos el virus nacionalista y el interés espúreo de politicuchos con minúscula, que quieren pasar a la historia porque no valen para otra cosa, lo que tenemos es una siembra de ignorancia y odio a partes iguales, partiendo la convivencia de un pueblo. Después de no dejar hablar a nadie, de copar los medios de comunicación y de instaurar una verdadera policía nacionalista, pretenden enarbolar un solo día -como si los amantes sólo se besaran en San Valentín- la bandera de la "democracia", para destrozar en un solo día lo que se ha construido durante siglos de convivencia en unidad, no siempre fácil.

Eso no es democracia, ni mucho menos justicia, ni por supuesto catalanidad. Catalanismo, sí: es nacionalismo puro y duro, disgregador y destructor, que por desgracia no es patrimonio exclusivo de los fachas, y que hace igualmente uniformes y patéticos a los nacionalistas catalanes que a los de cualquier otro sitio, anulando su propia identidad. Ganarían mucho si se liberasen de esa ideología, destructiva como todas. Porque si llegasen a cortar con la historia de España, se darían cuenta de que en realidad no pueden cortar con la historia de Cataluña, que es la misma. Si llegasen a cortar con Madrid, y con Valencia, y con Huelva, se darían cuenta de que sus problemas seguirían intactos, y su capacidad para enfrentarse a ellos habría disminuido radicalmente. Si llegasen a cortar con el resto de España, se darían cuenta de que habrían perdido también algo vital, esencial para Cataluña...

... Y no me cabe duda de que nosotros tampoco seríamos ya otra cosa que el triste resto de una España amputada.